En mayo de 2008, la ciudad de Artigas fue sacudida por un crimen que generó un repudio unánime y espontáneo por parte de la población. Cientos de personas se concentraron frente al Juzgado Letrado para intentar linchar a un hombre acusado de violar y causar la muerte de su propia hija de tan solo 15 meses.
La bebé, llamada Belén, jugaba bajo la supervisión de su abuela cuando cayó sentada al piso. La escena, que en apariencia no tenía nada de inusual, ocultaba una tragedia: la niña había sido abusada por su padre, y el golpe posterior desencadenó un síndrome neurovegetativo que derivó en muerte súbita por reflejo vasovagal, según informó en aquel momento Raúl Oxandabarat, vocero de la Suprema Corte de Justicia.
El padre, de 37 años, fue procesado con prisión por la jueza Gabriela Araújo como autor de dos delitos de violación y un delito de homicidio especialmente agravado a título de dolo eventual, en régimen de reiteración real. El dolo eventual implica que, si bien no tuvo intención directa de matar, asumió el riesgo de que su acción pudiera causar la muerte.
La noticia del crimen generó una fuerte reacción social. El 21 de mayo de 2008, desde las primeras horas de la mañana, alrededor de 300 personas se congregaron en las afueras del juzgado exigiendo justicia. En medio de la tensión, un hombre logró sortear el vallado policial y alcanzó a golpear al acusado con un puñetazo.
Durante todo el día, los manifestantes coreaban frases como “¡Es una bestia!” y al momento de su retiro del juzgado, la situación se tornó aún más violenta. Varios vecinos se abalanzaron sobre la camioneta que trasladaba al procesado, lanzando piedras, baldosas y gritos como “¡Asesino!” y “¡Hijo de puta!”. La Policía se vio obligada a intervenir con escudos y bastones para evitar el linchamiento.
Este crimen quedó grabado en la memoria colectiva del departamento como uno de los más atroces y conmocionantes de su historia reciente, no solo por la brutalidad del hecho, sino por la reacción de una comunidad entera que clamaba justicia.