Llega el 8 de diciembre y, sin pensarlo, se relaciona en forma automática con el armado del árbol de Navidad, que aguarda en un cajón perdido de la casa. Es uno de los momentos mágicos que se disfruta en familia, entre padres e hijos, pero no se suele reparar en el porqué de la fecha pactada a nivel social. ¿Por qué el 8 de diciembre y no cualquier otro día?
 
Circulan varias leyendas que intentan explicar el motivo de la fecha pactada. Varía de acuerdo a cada cultura. Por caso, los celtas identifican la fecha con el nacimiento de Frey, dios del sol y la fertilidad, objeto de adoración de los celtas cada 8 de diciembre de cada año.
 
 
Con la llegada del cristianismo, la leyenda se readaptó. La tradición se ajustó al nacimiento de Cristo. El árbol original emergió como una representación del amor de Dios y la vida eterna. Su forma se la debió a la Santísima Trinidad y la decoración que hoy se ve, con adornos y pequeñas bolas de colores, simbolizan las manzanas del paraíso que habitaron Adán y Eva antes de cometer el pecado original. Por su parte, las luces también tienen su relación ancestral. Representan velas, la luz de Cristo, el vínculo de unión entres las familias y las personas.
 
Sin embargo, hay tres teorías más que circulan con asiduidad. Otra vinculada al cristianismo dice que Martín Lutero, uno de los padres de la reforma, fue el artífice de la instauración del árbol de Navidad como tradición. Hacia 1500 buscó reproducir una escena en su vida diaria. Caminaba en un bosque y se asombró por cómo el brillo de las estrellas resplandecía en los árboles. A tal punto fue su fascinación que cortó una de las ramas y la atesoró en su casa.
 
 
El 8 de diciembre de 1854, Pío IX advirtió que, al momento de nacer María, la madre de Dios, fue preservada del pecado original. Por ese motivo, la fecha fue proclama como el Día de la Virgen Inmaculada Concepción, también el día del armado del árbol navideño.
 
Hay, también, una historia mundana que se suele escuchar. Una leyenda cuenta que un niño perdido fue recibido por una pareja de ancianos leñadores. El niño no encontró mejor de agradecer el gesto que cortar una rama de un pino para que lo sembraran. De ese árbol crecieron manzanas de oro y nueces de plata.