Unos 20 hurgadores trabajan diariamente en la zona del vertedero municipal clasificando los residuos que llegan a ese lugar.
Cumpliendo ciertos protocolos y con autorización pueden realizar esta tarea en el lugar.
Las clasificadoras y los clasificadores experimentan frecuentes situaciones de discriminación que, a la vez que afectan gravemente su autoestima y la confianza en sus propias capacidades, obstaculizan tanto el pleno ejercicio de sus derechos como el
desarrollo de procesos de inclusión social y de reconquista de ciudadanía.
Gran parte de los clasificadores declaran “hacer changas” o estar desempleados cuando se les pregunta por su ocupación, para evitar la posible desaprobación de sus interlocutores. En este sentido, la evolución desde la denominación “hurgador” a la de “clasificador” intenta dignificar su accionar y resignificar su rol
como agente ambiental y económico. Pero no puede dejar de reconocerse que aún queda camino por recorrer para lograr traducir dicho cambio en verdaderas transformaciones en sus condiciones de vida y de trabajo.